San la Muerte

26.07.2012 17:36

 

Tradicionalmente todas las culturas, sin importar su grado de desarrollo, tienen miedo a la muerte, lo que ha originado una serie de ritos que forman el culto popular. Entiéndase como “popular” no lo marginal, sino cuando la creencia se convierte en una adquisición colectiva, es decir es creída o temida por un porcentaje muy alto de los conglomerados humanos o de las poblaciones regionales. En toda el área de influencia de la cultura guaranítica (Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones, Paraguay y parte de Brasil), hay un “santo” muy popular, llamada cariñosamente EL PIRUCHO (flaco) al que se rinde culto con demostraciones públicas de fe incluso.

Él es SAN LA MUERTE. En Presidencia Roque Sáenz Peña, lugar de residencia actual del autor, hay un santuario muy visitado en el Barrio Obrero. Se lo representa de varias formas. Suele ser un esqueleto parado, tapado con una capa negra o roja (para tapar su fealdad), corona de oro portando una guadaña. Otras veces es un esqueleto sentado en posición dubitativa sentado sobre un tronco siempre con la guadaña. Otra forma de representarlo es un esqueleto dentro de un ataúd, pero la más popular, la más querida, es una talla en distintos materiales de un cráneo humano. 


 

El San La Muerte de nuestros días, es producto del sincretismo entre las vertientes culturales de los guaraníes y las enseñanzas religiosas de los misioneros Jesuitas (se comprueba la influencia decisiva de la Iglesia Católica, en la comprobación que hice de las oraciones y algunos ornamentos utilizados que son de esta confesión religiosa). No olvidemos que estos intrépidos hombres de fe tomaban muchas veces las creencias de los nativos, la reformaban y adaptaban para transmitir su doctrina. (El caso palpable de esto es el afianzamiento del quechua entre los aborígenes que habitaron Santiago del Estero. Los Franciscanos y Jesuitas utilizaron este idioma aprendido en el Perú por ellos para enseñar la nueva doctrina, y que ya había sido trasladado por los miembros del imperio Inca a nuestro país) También el rito actual tiene como ingredientes las características de la idiosincrasia de cada región donde se asienta el Mito. Esta variante la observamos en la fecha de celebración. 

Cuando los Jesuitas se asientan en la Provincia Guaranítica del Paraguay, traen desde Europa el culto al Señor de la Resignación y la Paciencia. Se lo representaba como un ser muy flaco, esquelético, sentado sobre una piedra en actitud dubitativa. Era Jesucristo quien a pesar de poseer el poder de cambiar el rumbo de la historia, esperaba con resignación y paciencia se cumpla su destino de suplicio. De esta manera la Iglesia Católica destacaba el valor y la humildad de un poderoso para afrontar el sufrimiento, y por supuesto la profundidad de sus convicciones. El respeto por el coraje y valor era una pauta cultural de los guaraníes, por lo que este culto encajaba a los fines del adoctrinamiento. 
 



Entre los nativos donde se originó este mito, los personajes más respetados socialmente eran los Caciques (cacicazgo hereditario) y los Chamanes (brujos o curanderos). Su ciencia se trasmitía a una persona por él elegida. El Chamán (brujo) debía cumplir la altísima misión encomendada por Tupá (Dios), de administrar la vida y la muerte de sus contemporáneos, mediante la realización de curaciones o daño. Cuando envejecía, debía elegir entre los jóvenes de su tribu que consideraba merecedor de cumplir tan alto designio. Entonces el elegido debía internarse en el bosque, sentarse sobre un tronco y permanecer sin comer ni beber 7 días. Si resistía la prueba, la que además tenía el ingrediente de ser tentado para abandonar la empresa, y aguantar el miedo a las horrorosas apariciones que vería, estaría en condiciones de ejercer su trabajo como ayudante de Tupá. 

En una ocasión, ya elegido el sucesor, el joven se despide de su novia y a pesar que estaba prohibido le revela el lugar donde cumpliría la prueba. Se interna en el monte, elige el lugar para soportar la prueba y espera. Pasados los 7 días no regresa a la tribu. Su novia va a buscarlo y lo encuentra esquelético y muerto. (Por eso es un esqueleto o muy flaco) Llora desconsoladamente y se lleva de recuerdo una falange (hueso de los dedos) como reliquia. Al llegar a su choza encuentra a su madre enferma. Entre lamentos ruega a su amado, aferrándose al huesito, que desde el más allá sane a su madre. Milagrosamente la señora cura. Es otra explicación del porqué un muerto o esqueleto hace el bien. 


Suele representarse de distintas maneras. Unas veces viste capa roja, a veces negra. En algunos santuarios el devoto hace el pedido frente a la imagen diciendo oraciones como el Padre Nuestro, el Credo u oraciones especialmente creadas para el Pirucho, por supuesto haciendo siempre la señal de la cruz (persignándose) al entrar y salir de la capillita. Otras el poseedor de la imagen hace de intermediario ante el poderoso Señor de La Muerte, pidiendo por el sufriente de males físicos y del alma. En ambos casos debe ofrecer una ofrenda a cambio del favor. De no hacerlo el santo es implacable con sus fieles incumplidores y los castiga de manera que el sufrimiento se duplica. 

Cuando San La Muerte está vestido con capa roja, se lo exhibe públicamente. Parado con su guadaña a veces está al lado de él Santa Catalina. Otras veces a los pies de la imagen de esta santa está incrustada una calavera que representa al santo. En este caso solo se le pide el “bien”. Es decir que sane algún ser querido enfermo, algún animal, un campo, que los novios se reconcilien, que la esposa vuelva a prestarle atención al marido, etc. El solicitante pide en persona el favor. Cuando está vestido de capa negra, la mayoría de las veces lo utilizan para hacer el mal. No permite el dueño del santuario que se lo vea porque pierde el poder. En estos casos el curandero hace de mediador y él diagnostica el “daño” que lleva la persona encargándose de tramitar ante el santo. 

La fiesta principal la hacen en la mayoría de los santuarios cada 15 de agosto. (día de la ascensión del Virgen María) No solo se rezan rosarios y novenarios a la imagen. También se realizan multitudinarias procesiones. Mientras dura el paseo de la imagen por el barrio, una batería de rezadoras van orando casi en forma de letanías y grupos chamameceros interpretan música. Nunca debe parar la música mientras dure el circuito, porque se disgustaría el santo. Entonces cuando un grupo finaliza una interpretación, inmediatamente comienza otro de manera que no haya silencios entre cada canción. En Sáenz Peña los festejos comienzan antes del 15 y finalizan después. Se organizan comilonas, bailes, sesiones de rezo. 
En cuanto a la fabricación de amuletos (para portarlo como elemento protector) existe una gran variedad de prácticas. He visto esqueletos construidos en madera de yerba mate, quebracho colorado, palo santo, huesos de animales o humanos. Tanto esqueletos parados con capa y guadaña, como acostados dentro de un ataúd o simplemente la calavera. El portátil es infalible cuando se lo construye un Viernes Santo a las 12 de la noche. Le sigue en efectividad la calavera fabricada con el plomo de una bala servida que haya dado muerte o herido a un humano y por último la que se talla con el hueso de la cabeza de un pajarito. Algunas personas se lo colocan debajo de la piel para que no le penetren las balas, o para tener suerte siempre en todo terreno y cualquier actividad. Siempre el que visita la imagen le enciende velas rojas o negras según corresponda. También en las procesiones se portan velas desnudas o en forma de luminarias. 

León Cadogan en su libro “Literatura de los guaraníes” publicado en 1965, dice los Jesuitas en su lucha por desterrar el paganismo autóctono, a menudo vestían los mitos indígenas con ropaje cristiano. Esto explica la presencia de oraciones de la Iglesia Católica en los rezos y la liturgia muy parecida, como la procesión, rezar novenarios, encender velas, santiguarse ante la presencia de la imagen, pronunciar Amén al final de una oración, etc.